El Grito

Corro tan rápido como el aire, soy tan veloz como el viento de borrasca estrellándose en mi cuerpo me lo permite. Mi misión: entregar un mensaje, un simple mensaje que de llegar a tiempo podría cambiar la historia. Mientras acelero a todo lo que doy y evito las feroces rachas de aire que me detienen, pienso que llegaré tarde, que no podré cambiar cosa alguna, que no podré salvar nada con este mensaje y mi esfuerzo será en vano; esto de alguna manera me hace flaquear, comienzo a perder fuerzas, a sentirme débil, mi preocupación cambia; ahora que me siento sin las energías necesarias para llegar a mi destino, ya no me interesa cambiar la historia, simplemente llegar… transmitir mi mensaje.

Pude haber entregado este mensaje antes, cuando la distancia era más reducida, cuando seguramente pude haber llegado con facilidad; sin embargo estaba preso, no encontraba manera de escapar, no encontraba la salida. Desde mi claustro me fue imposible hacer cosa alguna. Nadie podría imaginar mi desesperación al encontrarme en ese sitio tan oscuro, luchando por salir, para transmitir mi mensaje, por llegar a mi destino y cambiarlo todo. Y ahora que soy libre, siento que no podré.

Más que fatigado por el largo recorrido, logro ver a lo lejos su espalda —es muy tarde— pienso —no creo llegar—, estoy muy cansado, ya no tengo suficientes energías para seguir, mi avanzar cansado anuncia mi próximo final, pero no me quiero dejar vencer, aun no. Una fuerte ráfaga de aire que dispara arena me hace volver la vista. Ahí está ella, se ve tan hermosa, no puedo defraudarla; sus preciosas lágrimas me hacen recordar una primera mirada, un saludo amable, una pícara sonrisa, una charla amena, una larga camina y un primer ocaso, un segundo atardecer al que le continuaron muchos más, un beso, una extraña platica, una razón sin valor, un último momento juntos, un abrazo prolongado y un adiós. Esa cara triste me hace querer cambiar el mundo alrededor, me hace desear que no existan lágrimas y que todo sea perfecto para no verla llorar, sin embargo aunque cambiase todo el mundo, sólo hay algo que ella quiere para ser feliz, y he de lograrlo si es por ella.

Con el resto de mis fuerzas avanzo en contra de fiero viento, siento poco a poco cómo mi cuerpo me abandona, cómo estoy muriendo, pero no me preocupo por mí, sino por llegar a mi destino, cumplir con mi misión. Avanzo lo más rápido que puedo, el viento que parecía estar en mi contra todo este tiempo se ha dado cuenta de lo que pasa, trata de ayudarme en lo posible, aunque con tristeza, sabe que mi esfuerzo será en vano; yo, por el contrario, sé que no será así, sé que de alguna manera puedo lograr mi cometido. Estoy cerca, muy cerca, con lo que resta de mí subo un pequeño cerro, desprendiendo pétalos de flores a mi paso, he logrado llegar hasta él, con mi último rastro de fuerza le tomo por la espalda, lo envuelvo en mí. “Te amo”, logré decir, para posteriormente desfallecer, aun antes de la caída logro ver del otro lado de la montaña una silueta femenina ajena que lo esperaba, pero él detuvo su paso.

Al estrellarme en el suelo para morir, todavía pude sentir cómo se desprendía algo de mí, algo que volvía a aquella mujer de la que partí, devolviéndole mil veces aquel grito…
No sé si fue demasiado tarde, sólo sé que cumplí con mi misión.