La superficie de aquella tierra era roja, árida, desértica, llena de dunas y rocas, muy parecida a las imágenes que nos muestran de la superficie de Marte. El clima era caluroso extremo, mortal, mientras que el sol golpeaba directamente con sus rayos. El viento soplaba en ráfagas serenas, sofocantes, levantaba un poco de polvo rojo del suelo, con ternura lo transportaba algunos metros más adelante y suavemente, con amor, lo dejaba caer. Parecía una especie de juego, muy divertido, entre la tierra y el viento. Desde su casa, arrodilla en un sillón azul junto a la ventana, la pequeña Sofía veía entretenida aquel juego. Sofía era una niña delgada, de 7 años de edad, su expresión pura resaltaba la belleza de sus pequeños ojos negros, que en conjunto con su piel morena la hacían lucir muy tierna. Vivía en una cómoda y placentera casa, la cual estaba rodeada por un domo de cristal que le proporcionaba oxígeno, si abandonara a este y saliera sin el equipo de protección al árido terreno sin duda su cabeza explotaría y su cuerpo se incineraría ¡que gracioso! pensaba ella. Unos pasos se oyeron dentro de la sala, la cruzaron de extremo a extremo pasando junto a la mesa, se dirigieron a la ventana.
-¿Qué ves Sofí? –preguntó una señor de edad adulta, alto, corpulento y de gran barba y bigotes.
-La tierra abuelito -contestó ella-, como juega con el viento, parece divertido. Por cierto abue, ¿podrías contarme de nuevo aquella historia? Esa que tanto me gusta, la que narra como sangró la tierra y se volvió roja.
-Por supuesto mi amor, es una de tus favoritas.
La pequeña y su abuelo se sentaron en el sillón, él dio un sorbo al vaso que traía en la mano, era leche sintética, lo dejó sobre la mesa.
Verás, todo comenzó mucho antes de que yo naciera, en ese entonces la tierra no era así. El suelo era café, ¡como los chocolates! Y el cielo azul ¡como este sillón! Y había unos hermosos árboles, ¡pero no sólo dentro de los domos! Si no en todas partes, en los campos, en las calles, todo al aire libre ¡El verdor rodeaba el mundo! La frescura. En ese tiempo se podía sentir el cariño del viento, no era tóxico, ni se burlaba de nosotros desde afuera del domo. El sol nos quería, lo podíamos sentir por nuestro cuerpo, diciéndonos que estábamos vivos y lo mejor ¡no nos incineraba!. Existían ríos, pero esos no los había hecho el hombre, eran naturales, algunos conservaban sus aguas claras, aunque la mayoría ya estaban contaminados. Podíamos ir al mar ¡y meternos al agua! Y ver los peces, nadar, comer mariscos y pescar, sentíamos la arena en nuestros pies, el aire en nuestros pulmones, ese suave aroma salino del bello e indomable mar.. Era un mundo muy diferente.
Sin embargo, al paso de las generaciones, todo fue cambiando. Los grandes países se discutían lo que llamaban “dominio del mundo”, se hacían llamar potencias y no sabían que la única potencia es la tierra, la madre tierra. Muchos grandes capitalistas peleaban en lo que llamaban “mercados”, “cotizaban en bolsa”, vendían sus acciones, puras representaciones baratas de la destrucción global, y poco a poco se hacían dueños del mundo, del mundo que ellos mismos destruían y dejaban en decadencia, del mundo que no les pertenecía. Algunos luchaban por el petróleo, esa maldita sustancia que llevo el planeta a la ruina. Tomaban los recursos de la tierra y causaban guerras por ellos: el oro, la plata, todo eso que no era suyo y sólo lo robaban. Incluso llegaban a destruir países enteros en nombre de la paz, aunque su motor era el dinero. La “economía” decían ellos. Y el mundo cambió, hubo exceso de automóviles, innovaciones en la luz eléctrica, las comunicaciones, en todo. Las ciudades crecieron y devoraron demoníacamente a los pocos campos que quedaban, entonces todo fue concreto y smog. Las venas de la tierra, los ríos, se contaminaron, se volvieron negros y mortales. Las emanaciones de los carros cubrieron el cielo sumiendo todo en tinieblas. El suelo se llenó de basura. El hombre siguió contaminando, y a pesar de que sabía que todo terminaría mal, no le importó; pero cuando tuvo miedo, cuando quiso poner un alto, ya no pudo. La mayoría de lo animales se habían extinto, los ríos estaban contaminados, el suelo se hundía en podredumbre, el aire nos sofocaba, el cielo era negro, el sol nos odiaba, nos quemaba con su luz.
La madre tierra se había enojado y comenzó a matar todo: árboles, plantas, animales, insectos, todo prefirió llevárselo ella misma, devóralo en sus entrañas, se abrieron grietas y todo fue sepultado: casas, carros, edificios, seres vivientes; luego comenzó a llorar, a llorar por la desdicha que le había causado el hombre, quién convirtió la mujer más hermosa en una pobre desgraciada; y con sus lágrimas llegaron las inundaciones, el sol derritió el hielo y la madre lloró y gimió, arrastrando muchas cosas al abismo de la desolación, ¡ciudades enteras fueron devoradas por los mares!. El viento se enfureció, se volvió firme, implacable, demostró su ira envenenando a cientos a miles de personas. Entonces la tierra empezó a sangrar, ¡del suelo brotó sangre! La tierra mostró sus heridas y dejó salir ese líquido rojo. Y de pronto nos hallamos caminando, pisando, oliendo la sangre de nuestra madre. Caminaba por la calle y mis botas quedaban impregnadas por la roja sustancia.
Entonces todo se hizo insoportable para el hombre así que buscó refugio, inventó cristales y trajes para cubrirse del sol y respirar el aire. Implementó sistemas de distribución de oxígeno para las casas. Desarrolló comidas sintéticas para alimentarse. Y finalmente se encerró en sus nuevas casas para ver como se evaporaba la sangre, dejando el suelo pintado y desértico. Dejando la tierra roja.
Cuando acabó de hablar el abuelo, se fue, parecía haberse puesto triste. Le pasa a menudo cuando cuenta esta historia. Sofía volvió a mirar a la ventana, hacia el exterior.
-Le faltó la lluvia –murmuró-, contarme como se mojaba en ella a mi edad, sin preocuparse en que se le derritiera la piel. Bueno –pensó, mientras con un pequeño suspiro veía al viento jugar con el polvo, sin hacer partícipe de su felicidad al hombre.
El abuelo, cabizbajo, entró en su recámara. Se recostó en la cama y comenzó a rememorar esas bellas tardes en compañía de su padre, en los días en que el mundo no era tan malo. Entonces tomó una foto en la que aparecía con su procreador junto a un árbol... una lágrima brotó de sus ojos y contrastando con su tristeza esbozó una leve sonrisa. Jamás volvería a ver ese mundo, y aún así era bello recordarlo.
-¿Qué ves Sofí? –preguntó una señor de edad adulta, alto, corpulento y de gran barba y bigotes.
-La tierra abuelito -contestó ella-, como juega con el viento, parece divertido. Por cierto abue, ¿podrías contarme de nuevo aquella historia? Esa que tanto me gusta, la que narra como sangró la tierra y se volvió roja.
-Por supuesto mi amor, es una de tus favoritas.
La pequeña y su abuelo se sentaron en el sillón, él dio un sorbo al vaso que traía en la mano, era leche sintética, lo dejó sobre la mesa.
Verás, todo comenzó mucho antes de que yo naciera, en ese entonces la tierra no era así. El suelo era café, ¡como los chocolates! Y el cielo azul ¡como este sillón! Y había unos hermosos árboles, ¡pero no sólo dentro de los domos! Si no en todas partes, en los campos, en las calles, todo al aire libre ¡El verdor rodeaba el mundo! La frescura. En ese tiempo se podía sentir el cariño del viento, no era tóxico, ni se burlaba de nosotros desde afuera del domo. El sol nos quería, lo podíamos sentir por nuestro cuerpo, diciéndonos que estábamos vivos y lo mejor ¡no nos incineraba!. Existían ríos, pero esos no los había hecho el hombre, eran naturales, algunos conservaban sus aguas claras, aunque la mayoría ya estaban contaminados. Podíamos ir al mar ¡y meternos al agua! Y ver los peces, nadar, comer mariscos y pescar, sentíamos la arena en nuestros pies, el aire en nuestros pulmones, ese suave aroma salino del bello e indomable mar.. Era un mundo muy diferente.
Sin embargo, al paso de las generaciones, todo fue cambiando. Los grandes países se discutían lo que llamaban “dominio del mundo”, se hacían llamar potencias y no sabían que la única potencia es la tierra, la madre tierra. Muchos grandes capitalistas peleaban en lo que llamaban “mercados”, “cotizaban en bolsa”, vendían sus acciones, puras representaciones baratas de la destrucción global, y poco a poco se hacían dueños del mundo, del mundo que ellos mismos destruían y dejaban en decadencia, del mundo que no les pertenecía. Algunos luchaban por el petróleo, esa maldita sustancia que llevo el planeta a la ruina. Tomaban los recursos de la tierra y causaban guerras por ellos: el oro, la plata, todo eso que no era suyo y sólo lo robaban. Incluso llegaban a destruir países enteros en nombre de la paz, aunque su motor era el dinero. La “economía” decían ellos. Y el mundo cambió, hubo exceso de automóviles, innovaciones en la luz eléctrica, las comunicaciones, en todo. Las ciudades crecieron y devoraron demoníacamente a los pocos campos que quedaban, entonces todo fue concreto y smog. Las venas de la tierra, los ríos, se contaminaron, se volvieron negros y mortales. Las emanaciones de los carros cubrieron el cielo sumiendo todo en tinieblas. El suelo se llenó de basura. El hombre siguió contaminando, y a pesar de que sabía que todo terminaría mal, no le importó; pero cuando tuvo miedo, cuando quiso poner un alto, ya no pudo. La mayoría de lo animales se habían extinto, los ríos estaban contaminados, el suelo se hundía en podredumbre, el aire nos sofocaba, el cielo era negro, el sol nos odiaba, nos quemaba con su luz.
La madre tierra se había enojado y comenzó a matar todo: árboles, plantas, animales, insectos, todo prefirió llevárselo ella misma, devóralo en sus entrañas, se abrieron grietas y todo fue sepultado: casas, carros, edificios, seres vivientes; luego comenzó a llorar, a llorar por la desdicha que le había causado el hombre, quién convirtió la mujer más hermosa en una pobre desgraciada; y con sus lágrimas llegaron las inundaciones, el sol derritió el hielo y la madre lloró y gimió, arrastrando muchas cosas al abismo de la desolación, ¡ciudades enteras fueron devoradas por los mares!. El viento se enfureció, se volvió firme, implacable, demostró su ira envenenando a cientos a miles de personas. Entonces la tierra empezó a sangrar, ¡del suelo brotó sangre! La tierra mostró sus heridas y dejó salir ese líquido rojo. Y de pronto nos hallamos caminando, pisando, oliendo la sangre de nuestra madre. Caminaba por la calle y mis botas quedaban impregnadas por la roja sustancia.
Entonces todo se hizo insoportable para el hombre así que buscó refugio, inventó cristales y trajes para cubrirse del sol y respirar el aire. Implementó sistemas de distribución de oxígeno para las casas. Desarrolló comidas sintéticas para alimentarse. Y finalmente se encerró en sus nuevas casas para ver como se evaporaba la sangre, dejando el suelo pintado y desértico. Dejando la tierra roja.
Cuando acabó de hablar el abuelo, se fue, parecía haberse puesto triste. Le pasa a menudo cuando cuenta esta historia. Sofía volvió a mirar a la ventana, hacia el exterior.
-Le faltó la lluvia –murmuró-, contarme como se mojaba en ella a mi edad, sin preocuparse en que se le derritiera la piel. Bueno –pensó, mientras con un pequeño suspiro veía al viento jugar con el polvo, sin hacer partícipe de su felicidad al hombre.
El abuelo, cabizbajo, entró en su recámara. Se recostó en la cama y comenzó a rememorar esas bellas tardes en compañía de su padre, en los días en que el mundo no era tan malo. Entonces tomó una foto en la que aparecía con su procreador junto a un árbol... una lágrima brotó de sus ojos y contrastando con su tristeza esbozó una leve sonrisa. Jamás volvería a ver ese mundo, y aún así era bello recordarlo.
Hola, este escrito originalmente es para un discurso de Oratoria del CLub Toastmasters, en la categoría de "Contando Historias". Espero sea de su agrado, refleja un tanto mi carácter semi-ecologista, jajaja, posteriormente subiré otros.
ResponderEliminarClub Toastmasters Veracruz, Sesionamos todos los Martes, 8:30pm, Hotel Villa del Mar. ¿Tienes miedo a hablar en público? seguro aquí se te quita. (¿Qué? es mi comercialazo)
Saludos a Linda y a Mirways, gracias por sus comentarios.
LA VERDAD SIN COMENTARIOS... AUNQUE AQUI DONDE VIVO TAMBIEN FUI UN PAR DE VECES. CONOCES LA FUNDACION JOVENIZATE? INVESTIGA Y HABLAMOS DESPUES. ESTA FUNDACION ESTA PADRICIMA IGUAL QUE EL GRUPO DE ORATORIA AL QUE ASISTES CUIDATE Y SUERTE ESTARE ESPERANDO LO SOGUIENTE. ATTE. LZM.
ResponderEliminarme parece muy bueno tu texto, aunque tendrías que desamb iguarlo un poquito, supongo que en esas esferitas no hay animales, o si los hay son escasos, y el abuelo le habla a la niña de ellos como si los conociera,y ps si, es cierto lo que dices, los polos se derretiran y todo se consumirá, (buen detalle el de que la tierra sangra) en la realidad pasaría lo que pasó en "el dia despues de mañana", pues la tierra es tan perfecta que se autorregula, despues de un periodo de calentamiento global viene uno de enfriamiento... una glaciación... y pues... sabemos lo que pasa...
ResponderEliminargenial!!!
me gustó, aunque pudiste haberle sacado más jugo, sé que puede ser por el limite que te dan ahi, pero si deberías agregarle algunas cosas, empaparte un poquito del tema para sacar una historia genialisima!!!
Este texto ya lo habìas mostrado en alguna sesión cierto?
ResponderEliminarMe gusta mucho la manera en que narra la historia el abuelo, transmite un sentimiento dificil de dejar de lado.
Esta historia creo que aún puede dar muchas cosas interesantes con un poco de trabajo, ojala la puedas explotar al máximo. El escenario es bueno y el mensaje lo es mejor aún.
En cuanto a la narración me pareció muy buena, solo cambiaría una frase "Le pasa a menudo cuando cuenta esta historia." Me da la impresión que es la niña quien la dice y no el narrador. Creo que es el único comentario que puedo hacer.
Saludos!
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ResponderEliminarEse fue mi comercialazo xD solo falta Khalion jajaja
Por cierto, gracias a Khalion por su valiosísima ayuda al escribir el texto "manos oxidadas", me diste la palabra exacta para poder continuar.
ResponderEliminarListo, crédito a quien corresponde ;)
creo que uno de mis mayores temores es eso, lo que nos espera en un futuro no muy lejano, aún tengo la idea de tener una familia y no me gustaría que mis hijos vivieran en un mundo tan feo! creo que lo único que queda es decir y estar bien consientes de que lo que hagas cuenta, sea lo que sea! muy buen escrito me gustó y me movió muchisimo, saluditos!!!
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